¡Ay!, botín abotinado, con la piel negro azabache y tu dorado remache, siempre te tengo a mi lado. Juntos pisamos los charcos, atravesamos el cielo con las suelas en el suelo, navegamos en cien barcos… Y cuatro meses al año, con los cordones atados, dormimos bien arrimados en un arcón de castaño. Juntos nos haremos viejos: nos zurcirá el zapatero algún que otro agujero por andar tanto y tan lejos. Y al final de la andadura, cuando digamos adiós, iremos juntos los dos al cubo de la basura. Que un zapato pasa el rato pegado al otro zapato.
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