Bailaban dos esqueletos
un tango, muy apretados,
entrechocando, contentos,
sus huesos enamorados.
Con bastante sentimiento
se dieron un par de besos,
antes de quedarse tiesos.
Y de nuevo en movimiento.
Qué ruido hacían sus huesos,
bailando sobre el cemento,
blancos como frescos quesos.
Qué ruido en aquel intento.
Y parándose un momento,
se decían fruslerías:
recordaban otros días,
el sol, la lluvia y el viento.
Descansaban un momento,
se estiraban muy ufanos
como cuando eran humanos.
Y de nuevo en movimiento.
Bailaban dos esqueletos
un tango, muy apretados,
entrechocando, contentos,
sus huesos enamorados…
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