Te amé a los quince años. Tú tenías mi edad.
Te amé en la sierra verde bajo un sol de domingo,
cuando al volver de misa paseaba tu familia
por la larga avenida de viejos eucaliptos.
Te amé bajo los pinos de agujas amarillas,
sobre la tierra ocre perfumada de menta.
Te amé sobre las rocas tapizadas de musgo,
sobre los prados verdes y las crujientes eras.
Te amé. Te amé. Es cuanto puedo decir ahora,
mas no recuerdo cuándo empezamos a amarnos.
Todo empezó lo mismo que un claro día de junio.
Sobre la tierra en flor teníamos quince años.
¿Sería, sin embargo, otoño, primavera,
o invierno? Ay, quien sabe cuál era la estación.
¿Te acuerdas tú? La vida era un rosal al viento…
Ven y dime en qué tiempo empezó nuestro amor.
¿Qué importa que los años nos hayan separado,
qué importa si el recuerdo es lo mismo que un valle
por el cual caminamos cantando, sonriendo
y cogiendo sus flores de perfume inefable?
Oh amada cuyo nombre lejano melancólico
mi corazón agita como el viento a los bosques,
ven y dime aquel tiempo de pinos murmurantes,
de arroyo, de montañas, de nubes y de amores.
Ven y dime que tú también me amaste entonces
en la sierra, en los pinos y en los negros ocasos.
Oh, dime que me amaste cuando sobre la tierra
ardiente y amarilla teníamos quince años.
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