Y vendrán noches blancas a envolver el azufre de tormenta estival, y nada regresará idéntico. Y días, como despiertas manos de cirujano, pintarán el olvido del bisturí en los cuerpos del trébol, y todo seguirá como quien crece a voluntad de agua de lluvia. Son pequeñas muertes que nos dejan el sabor a lágrima dulce, y el deber de haber aprendido un nuevo gesto, otro mirar al ojo que nos mira, delante de ese vaso que nos mide y nos sabe quebradizos, no perdedores, sin apurarlo del todo.
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