Bastó un gesto, una palabra vuestra para
que todo se hiciese aire, o menos que aire…
Brujas que hablabais el lenguaje del vien-
to, a medianoche, el lenguaje del viento gol-
peando las ventanas, el lenguaje del viento
crujiendo en los desvanes, el lenguaje olvi-
dado del viento. El lenguaje de la noche,
que hizo de vosotras el sol, su torpe clari-
dad, su exactitud brutal, qué fue de voso-
tras cuando el sol secó para siempre nues-
tras almas… Qué fácil entonces el miedo,
brujas, brujas aventadas por el soplo de un
demonio más terrible que el mismo demo-
nio…
Qué extraño maleficio no deja llegar la no-
che, oh deshacer con un gesto el
mundo…
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