Algo intrínsecamente extraño,
algo indefinible te circunda,
y te confiere una atmósfera
de casi impenetrable misterio
que no logra romper tu sonrisa,
esfinge votiva mutilada.
¿Eres tal vez la que en los caminos
venía al atardecer, cayendo
desde regiones inaccesibles,
y sometía a tardíos viajeros
a sus inextricables enigmas?
¿Fuiste tú, tal vez, la que, insistente,
detuvo el paso del joven Edipo
y le expuso su obscuro acertijo,
amenazándole con llevarle
a la región de las sombras largas?
Te miro y no logro penetrarte,
adivino en ti un ser venido
desde la profundidad del caos,
o del Hades, tan llena de mudez
tu figura alada apostada
al paso de los lentos siglos.
Tal vez dentro de tu híbrido ser
tiene lugar la lucha gigante
entre el ser humano y el león,
o te condenó el viejo padre Zeus
a vagar por las rutas de Grecia
buscando tu perdida identidad.
Porque no eres, escucha, frío mármol
mirándome inmóvil desde el tiempo,
ni un ser fabuloso salido
de la mente febril de los antiguos,
sino la encantadora de poetas
envuelta en eterno misterio.
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