A Diego Almansa
Hablaré claro,
hablaré sin giros ni rodeos,
que también la poesía
es el grito desnudo
de un simple alfabeto.
Hablaré claro,
hablaré para los oídos
de un gran amigo
que no sabe de versos
y camina con el corazón
en la mano.
Diré cosas claras, diáfanas,
nítidas como el petróleo.
Diré que la vida en Sudán
es un plato sobre la mano;
diré que en Sierra Leona
llevan siete años
de masacre civil
y nadie mueve un dedo
para evitarlo;
debe ser tan poco importante
que ya cansaron a los telediarios.
Diré que para algunos
ser indio en México
es vivir en pecado;
que el Grupo de los Ocho
juega al Risk
con muñequitos de carne
y hueso
- o solo hueso -.
Diré que la roja sangre
de los rojos
nunca enrojeció la tierra
de los blancos;
que los niños de Río
son las páginas que se pasan
de los periódicos.
Diré que la tierra se muere
y que todos iremos al entierro
obligados.
Diré que Dios es tan antiguo
que aún no sabe
que el láser de los hombres
puede curar la ceguera.
Podría hablar
más poéticamente
y quizá incluso construir
un buen poema;
pero no quiero,
no vaya a ser
que no me entiendan.
Y no hablo, precisamente,
para ser entendido
por unos pocos.
Estoy hablando claro,
como quiere un gran amigo
que no sabe de versos.
Tan claro,
que muchos dirán
que la tinta con la que escribo
es demasiado negra
para entender lo que digo.
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